Los días son una experiencia fluida y móvil. Esto para muchos es una fuente constante de malestar. Equivocadamente la gente quiere hacer de los días algo sólido a través de una pareja estable o un trabajo estable. Esa persona, lugar u objeto cumplirían la función de garantía: ¡el camino ya está hecho! Pero mientras estemos vivos no hay persona, trabajo, ni objeto que nos ahorre el tener que inventar cada día.
Es precisamente a quien tiene esas intenciones de ahorro, –aunque la mayoría de las veces la gente no es consciente de que en ellos subyace esa idea-, a quién más le cuesta encontrar y mantener esa pareja o trabajo estable. Porque al final esa pareja o trabajo no les da lo que ellos pensaban, y les lleva a infravalorar lo conseguido. Lo que nos falta no lo tiene nadie.
Lo único estable, constante, seguro, lo único que se repite y es fijo, es que cada día hay que inventarlo. Querer enfrentarse a ese día sin hacer, es la chispa de la vida. Por eso me alegra decirte que no hay un camino hecho, que hay que ir haciéndolo. Hacer de esa falta de garantía un tesoro y no un desastre es lo que nos permite vivir más contentos y satisfechos. Insisto en que es una característica de la vida, que no se puede eliminar con nada.
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