Paco es un hombre de 40 años que en la actualidad está pasando por un mal momento. No es la primera vez que le pasa. A lo largo de su vida ha ido alternado ciclos de cierto bienestar y ciclos de mucho malestar hasta el punto de desear morirse. Su madre falleció hace 10 años, y tiene un hermano al que hace 1 año diagnosticaron de trastorno bipolar. Paco en la actualidad no tiene pareja, tiene un buen círculo de amigos, un trabajo fijo y una casa. Sus amigos no paran de decirle que no tiene motivos para estar así: “que su hermano está medicado y estable, que tiene muchos amigos que le quieren, que tiene mucha suerte de tener el trabajo que tiene en la época en la que estamos…” Pero ninguna de estas palabras le hacen reaccionar, y Paco está muy decaído. Lleva meses diciendo que no quiere vivir. En este punto me llama un amigo de Paco bastante preocupado y me cuenta que está desesperado, que él apoya mucho a Paco y que hablan todos los días 2 horas, pero que no sirve para nada, y me pregunta: ¿qué podemos hacer por Paco?
Esta situación donde una persona quiere ayudar a otra es muy frecuente. Las personas que quieren ayudar muchas veces se sienten impotentes y desesperadas porque no encuentran modo de hacer reaccionar a esa persona que quieren, y suelen poner en juego su propia estabilidad psíquica.
¿Cómo podemos entender a este tipo de situaciones? Para que nos sirva de orientación, la pregunta no es ¿qué podemos hacer alguien?, sino ¿qué quiere ese alguien por sí mismo? Esa respuesta nos indicará cómo podemos ayudarle. Otra orientación para tener en cuenta es que en cada uno de nosotros se libra una batalla entre las fuerzas del amor y las fuerzas de la destrucción, o como diría Freud entre Eros y Tánatos. Cada uno tiene que elegir con qué bando quiere aliarse, y se puede cambiar de bando. Hay gente que va de manera muy marcada con un bando. Imaginaos a una persona aliada a ultranza con el bando de la destrucción: resultan personas cansinas, a las que casi nada les parece bien, personas que no suelen encontrar algo que les satisfaga, personas a las que nunca les termina de ir bien, personas muy cargantes y pesimistas.
Paco es una persona que a lo largo de su vida ha tenido momentos donde ha estado aliado con la pulsión de vida, y muchos otros momentos ha estado aliado a la pulsión de muerte. Como vemos, es fácil cambiar de bando. Cuando uno vive esta situación de forma inconsciente, no deja de ser una víctima de sí mismo. En el momento que uno decide querer saber algo de por qué se encuentra así y por qué le pasan las cosas, el sentido de la vida puede empezar a cambiar.
Cuando es la persona que ayuda quien intenta todas las formas y busca todas las terapias para que su ser querido cambie, eso tiene un efecto escaso. No digo que no haya casos de este tipo en los que las “personas con malestar” se enganchen en algún momento al cambio, pero es muy difícil. El efecto es distinto si las propuestas de solución parten de uno mismo.
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