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Sábado 18/05/2024

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Mi hijo tiene un problema

Muchas madres llegan a consulta preocupadas porque consideran que su hijo tiene un problema. Y en la mayoría de esos casos esas madres hacen referencia a que tienen otro hijo pero que es muy diferente.

Muchas madres llegan a consulta preocupadas porque consideran que su hijo tiene un problema. Y en la mayoría de esos casos esas madres hacen referencia a que tienen otro hijo pero que es muy diferente.

¿Qué hace diferentes a hermanos criados de la misma forma? La existencia de un niño es previa a su nacimiento: la forma de ser concebido, qué se espera de ese niño antes de nacer, qué papel viene a cumplir en el deseo de los padres. Además existen mitos familiares, la actitud de los padres frente a los retos de la vida, su situación social, económica, sus ideales… Tanto la forma en que hacemos preexistir a un hijo como el estilo de los padres, conforman los mimbres de un nido al que el niño le va dando su propio sentido particular, formando así su vida afectiva. Esto es lo que le hace ser único.

En la formación y mantenimiento de un síntoma influyen la situación de los padres, el tipo de educación, y la genética. Pero a eso hay que sumar la propia elección de ese niño: cómo ha respondido a los acontecimientos que conforman su nido. Teniendo en cuenta este último factor, para que un tratamiento sea eficaz no sólo puede tratarse de fármacos o reeducación. Además hay que tener en cuenta al propio niño: “No son los otros –padres, maestros, psicólogos, médicos- los que deben responder con su saber sobre lo que le ocurre al niño tomándolo como un objeto. Es el propio niño quien debe elaborar su propia respuesta, y en lo posible reconocer qué tiene él que ver con todo lo que le está pasando. De esta forma podrá hacerse responsable, de acuerdo con su edad, de sus problemas y de lo que hace para solucionarlos. A este proceso Freud lo llamó educación para la realidad”.

Es cierto que a veces hay que recurrir a los fármacos pero no como forma de curar el síntoma, sino como medio para que el sujeto pueda hacer un trabajo personal sobre lo que le ocurre. No debemos olvidar que el sufrimiento o la angustia pueden ser a veces tan insoportables que el sujeto se sienta impulsado a realizar actos desesperados que ponen en peligro su integridad o la de los otros, o también pueden dejarlo en un estado de parálisis subjetiva que le impida realizar los actos más elementales.

¿Cuándo sería recomendable llevar a un niño a un psicoanalista? La infancia es una etapa de la vida que está marcada por la aparición de ciertos problemas: inhibiciones, episodios de angustia, fobias, trastornos del sueño. Estas situaciones no deben ser consideradas como signos de una patología sino como “signos” del progreso personal del niño en su recorrido por la vida. Podemos considerar pertinente un tratamiento cuando el sufrimiento sintomático se impone de forma permanente y repetitiva impidiendo al niño hacer las cosas propias de su edad: jugar, tener amigos, manifestar su amor, aprender, asumir normas, soportar las limitaciones que impone la vida, cuidarse o satisfacer de forma regulada sus necesidades básicas: alimentación, sueño, control de esfínteres…

¿Qué se puede esperar del tratamiento psicoanalítico con un niño? No se trata de moralizar ni educar, aunque hay veces que el psicoanalista aconseja, propone pautas, apoya determinadas iniciativas o frena otras. La finalidad es que el niño pueda asumir su responsabilidad en lo que le ocurre y actuar en consecuencia, dejándole la responsabilidad de decidir sobre lo que es su bien de acuerdo con su deseo. No es una cura basada en la asunción de un ideal sino en la asunción de un deseo.
*Texto extraído de un documento de difusión elaborado por un grupo de psicoanalistas de la ELP

Genoveva Navarro
Psicologa Psicoanalista
www.tudivan.com 

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