El presidente de la ciudad autónoma de Melilla, Juan José Imbroda, ya no aguanta más. El lunes 17 de marzo la valla que separa a Europa de África sufrió la mayor avalancha humana de su historia. Casi sin oposición, 500 subsaharianos llegaron a suelo español de forma irregular. En lo que llevamos de año, ya triplicamos la cifra de inmigrantes que en 2013 saltó a tierras melillenses. Imbroda, tras conocer los hechos, manifestó su hartazgo: “Así no podemos seguir; hay que tomar decisiones importantes y drásticas. Esto es un problema para la ciudad y para la Administración central”. Y no le falta razón. Es cierto que estamos ante el drama humano que supone para los inmigrantes lanzarse al vacío de la supuesta tierra prometida, pero no es menos preocupante el gran desafío que supone para España y Europa encarar este problema.
El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, ha reaccionado con el envío de cien agentes de las Unidades de Intervención Policial (los antiguos antidisturbios) y otros veinte de los Grupos de Reserva y Seguridad (GRS) de la Guardia Civil. Todos están especializados en situaciones de tensión y vienen a sumarse a los 50 policías y 60 guardias que ya trabajan en la zona. El Gobierno teme una asalto diario a la valla y sospecha que varias decenas de miles de subsaharianos están dispuestos a cruzar la frontera de forma ilegal. La presión migratoria ya es una realidad y todo apunta a que se mantendrá. El Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes de Melilla acoge a 1.900 subsaharianos, el cuádruple de su capacidad, y el hacinamiento, en estas circunstancias, es difícilmente evitable. Algo hay que hacer.
“El lunes 17 de marzo la valla que separa a Europa de África sufrió la mayor avalancha humana de su historia. Casi sin oposición, 500 subsaharianos llegaron a suelo español de forma irregular”España necesita un pacto de Estado que siente las bases de una política migratoria que frene estas avalanchas y dé a los inmigrantes sin papeles un trato correcto y humanitario pero, al mismo tiempo, seguro para los intereses del país. Este acuerdo lleva mucho esperando su turno y lo que los ciudadanos esperan de los dos partidos mayoritarios (si el resto se suma, mejor) es que dejen a un lado sus diferencias partidistas y tracen la hoja de ruta de un acuerdo sólido y de futuro. Pero esto no es suficiente, ya que la Unión Europea tiene la irrenunciable obligación de implicarse de lleno en este asunto, ha de arrimar el hombro porque, este, también es su problema. Mirar hacia otro lado solo tendrá dos consecuencias, y ninguna de ellas positiva: por una parte, dejará a España injustamente sola ante el grave y complejo fenómeno de la inmigración ilegal y, por otro, empañará aún más la imagen de las instituciones europeas ante los ciudadanos, llamados a votar en el mes de mayo.
Juan José Imbroda, presidente de la ciudad autónoma de Melilla: “Hay que tomar decisiones importantes y drásticas. Esto es un problema para la ciudad y para la Administración central”En cuanto a Marruecos, la cooperación ha mejorado, pero en modo alguno es suficiente. Su papel en todo esto es crucial, no en vano, según las autoridades marroquíes, la avalancha del lunes pudo ser incluso mayor, ya que aseguran haber impedido el paso de otros 250 subsaharianos.
Los recursos de Melilla y la paciencia de los melillenses están al límite de lo razonable. Y esta situación tampoco beneficia a los inmigrantes sin papeles, solo hay que recordar los dramáticos hechos del 6 de febrero, en los que 15 fallecieron ahogados cuando intentaban alcanzar la playa ceutí del Tarajal. Es momento de atender las reivindicaciones del presidente Imbroda, su lamento es el eco de las demandas de solución de una población cansada.
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