Es extraño y casi vergonzante, el tímido impacto que ha tenido en los medios de comunicación, y la sociedad en general, el vídeo de 1’ y 23” que nos muestra un valiente y arriesgado periodista, Cake Minuesa, enfrentándose a más de sesenta expresos de ETA, para en tono calmado pero firme a la vez, pedirles que en base a ese ‘conflicto’, a ese ‘problema’ y a esa ‘paz’ de la que hablan tras salir de la cárcel en rueda de prensa para mofarse de toda la sociedad española al pretender soltar su discurso sin permitir preguntas, y les ofreciese el informador todas las cámaras y micrófonos allí presentes para mostrar arrepentimiento y pedir perdón, en la que habría sido una ocasión única, que aunque de nada habría servido para devolver la vida a los 309 asesinados por los allí comparecientes que asistían impertérritos a la invocación del redactor, pero que tampoco consiguió arrancar el más mínimo gesto de dolor y compasión por sus víctimas. Hay animales y alimañas.
Apenas minuto y medio de imágenes, para comprender, una vez más, cómo los miembros de ETA y sus seguidores, siguen en su canallesco empeño, derrotados y débiles, pero con el mismo deseo de imponer sus ideas sobre la base del terror. Merece la pena el visionado, tantas veces como sea necesario, hasta captar los muchos detalles que nos ofrece, da para un estudio multidisciplinar acerca del papel de cada uno de los allí presentes.
De un lado la prensa, que salvó la dignidad de todo un gremio y un país cuando no permitió salirse con la suya a los totalitarios poniéndoles contra las cuerdas: ‘algunos de los que estáis ahí, os arrepentiréis y querrá pedir perdón, en nombre de la paz, de los 309 muertos… es hora de pedir perdón’. Habría que imaginar un vergonzoso escenario donde esa reacción, en forma de preguntas, profesional, valiente y arriesgada del periodista, no se hubiese producido. Habría que agachar la cabeza y reconocer que habrían ganado una gran batalla. No se han podido evitar los asesinatos, porque matar, máxime a traición, es fácil. Pero en esa grotesca comparecencia, que congregaba exclusivamente a desafiantes asesinos y constituía todo un pulso a la vez, haberles prestado toda la capacidad de comunicación allí congregada para permitirles la arenga político militar, eludiendo la regla de oro del informador, de preguntar para contrastar e informar de forma imparcial pero objetiva, habría sido una derrota civil, el triunfo del miedo frente a la sociedad allí representada.
Mirando hacia adelante, la encrucijada se plantea en clave electoral: ¿pueden los expresos etarras, con delitos de sangre a sus espaldas, ser elegidos representantes de los ciudadanos...?Y de otro, un grupo de cobardes criminales escudados en su propia masa. Defendidos por hasta, se pueden contar en el vídeo, cuatro acólitos encargados de la seguridad del acto, que intimidan, empujan y menosprecian, calificando la intervención del periodista de acto circense, a quien en ese momento debemos designar como paladín del sagrado derecho a la información, que aunque reside en la prensa, pertenece a los ciudadanos. Llegan, incluso, los propios expresos, a fotografiar al periodista, de hecho, está ya amenazado de muerte, ojalá no corra la suerte de aquellos a los que defiende.
La interpretación del Tribunal de Estrasburgo de la doctrina Parot es ya un puro y lamentable dato histórico, ojalá con la aplicación del nuevo código penal esto ya no pueda volver a suceder. Ahora, mirando hacia delante, la encrucijada se plantea en clave electoral: ¿pueden los expresos etarras, con delitos de sangre a sus espaldas, ser elegidos representantes de los ciudadanos…? Algunos juristas defienden la teoría acerca de haber sido exonerados por el cumplimiento de la condena, en el argot, estar limpios. Otros, piensan que durante el tiempo de condena en la cárcel han pagado por el delito criminal, pero no así con la lógica inhabilitación para el ejercicio de cargo público. ¿Cómo hacerlo a un mismo tiempo desde la cárcel?
¡Qué horror!, un etarra convicto aunque no confeso ni arrepentido, representando a los ciudadanos, normalmente en municipios pequeños donde todos se conocen y el miedo es un factor determinante, germinando el nuevo huevo de la serpiente.
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