Ya no huelen a membrillo los armarios, ni las arcas donde se guardaban antaño los linos, los encajes, los misteriosos tejidos para vestir las camas, las cortinas, las mesas para banquetes de fiesta.
Cuando los últimos rayos de sol del verano y los primeros del otoño calientan nuestros campos, su perfume inunda acequias y huertas. El otoño huele a membrillo, y es que cuando llega el mes de octubre celebramos el sabor, el olor y los beneficios de un fruto tan delicioso y saludable como este. No existe otro igual.
El membrillo cuyo nombre científico es ‘Cydonia oblonga’, es el fruto del membrillero, árbol de la familia de las Rosáceas y originario de los países ribereños del mar Caspio. Los griegos conocían una variedad de membrillero autóctono de la ciudad de Cydon, en Creta, de ahí su nombre científico.
No obstante, el término membrillo procede del vocablo latino ‘melimelum’, que viene a significar ‘especie de manzana muy dulce’. El cultivo del membrillo posiblemente fue anterior al de la manzana, y es probable que la manzana citada en el libro bíblico del ‘Cantar de los Cantares’ fuese en realidad un membrillo.
Igualmente, hay teorías que sostienen que el fruto del Jardín del Edén que Adán ofreció a Eva, no fue una manzana, sino un membrillo dorado y perfumado. Si se admite que el Edén estaba situado en Mesopotamia, no es ilógico pensar que crecieran membrillos y no manzanos en esas regiones.
Sin embargo, los que rechazan esta teoría argumentan que esta bella fruta no es comestible al natural. ¿O acaso intentaban simbolizar el amargor del pecado?
En las antiguas civilizaciones, el membrillo tenía connotaciones muy diferentes. En la mitología Griega, podemos encontrar estatuas donde está presente e incluso en Pompeya existían mosaicos y pinturas, donde el membrillo normalmente aparecía representado en las garras de un oso.
En el país heleno el membrillo estaba consagrado a Afrodita, la diosa del amor y la fecundidad, Plutarco cuenta que las novias griegas mordían un membrillo para perfumar su beso antes de entrar en la cámara nupcial.
Los romanos perpetuaron esta creencia y popularizaron la costumbre de proveer a los recién casados con un membrillo antes de entrar al hogar como símbolo de suerte, para alejar malas influencias, por ese motivo en sus huertas o jardines los plantaban cerca de las fuentes.
Los romanos también utilizaban los membrillos en su cocina. Apicio describe recetas para guisar el membrillo con miel, y hasta para combinarlos, asombrosamente, con puerros. Plinio mencionó una variedad que podía comerse crudo, el membrillo de Mulvian.
Columella nombró tres variedades, una de las cuales, ‘la manzana de oro’, que probablemente fuera la fruta del paraíso citada en el Jardín de Hespérides. Se sabe que Carlomagno llegó a decretar que se plantaran membrillos en todas las huertas junto a manzanos y otros frutales. Fue muy utilizado en la cocina Andalusí.
Era el omnipresente fruto que utilizaban para rellenos, compotas y arropes. A partir del siglo XII se comenzó a utilizar con la carne, cubierto en alcaravea y gotas de vinagre.
Por su áspero sabor no suelen consumirse en crudo pero la abundancia de pectina de esta fruta le otorga la consistencia apropiada para elaborar mermeladas y compotas, sin necesidad de agregar otras sustancias espesantes.
Con el membrillo troceado y hecho puré y azúcar se prepara la aromática carne de membrillo español o el cotignac francés, así como la pasta de membrillo inglesa que se degusta como dulce o entra a formar parte de los budines.
Como apunte curioso, poca gente sabe que si se introduce un membrillo cortado en dos en el agua del mar, su sabor, de duro y agrio, se tornará en deliciosamente dulce. Este método se realiza usualmente en la isla de Gran Canaria. Puede usarse también como jarabe medicinal de uso tónico.
Las bebidas y dulces que se elaboran con ellos son deliciosos y además, excelentes para la salud. Las demandas de la fruta son estrictamente limitadas y por consiguiente, se alcanza rápidamente un buen precio en los mercados.
El membrillo también se emplea en medicina debido a sus propiedades astringentes, reconstituyentes y estomacales.
Las numerosas semillas del fruto contienen abundante mucílago por el cual se encuentran envueltas, y que también está en los cartílagos de los carpelos, que es aplicado en farmacia y perfumería, pues con ellas se prepara la bandolina, gomina que emplean los peluqueros para lustrar y fijar el cabello. Su madera es blanca con tonos rosáceos y se usa en ebanistería, ya que se puede tornear con facilidad.
El membrillero se emplea con asiduidad como patrón para el injerto de otros frutales de la familia de las rosáceas y hasta hace poco tiempo existía la práctica de colocar membrillos entre las prendas del ajuar de los recién casados para perfumarlos, además de ponerlos debajo del lecho conyugal como símbolo de fecundidad, tal vez recordando la costumbre tanto de griegos como romanos, tal como antes hemos contado.
Se utiliza también como árbol decorativo en flor, siendo muy atractivo para pequeños jardines. Utilizándose también para setos vivos, pues admite bien el recorte.
Recuerda, el otoño huele a membrillo. Como los besos de una novia.
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