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Viernes 20/09/2024

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Soy único

Muchos se vanaglorian de ser únicos, especiales, distintos. Sea por aspectos admirables o casi despreciables. Incluso se establecen rangos de especiales, los hay un poquito especiales, muy muy especiales, incluso los hay tan especiales que son para echarles de comer aparte.

Muchos se vanaglorian de ser únicos, especiales, distintos. Sea por aspectos admirables o casi despreciables. Incluso se establecen rangos de especiales, los hay un poquito especiales, muy muy especiales, incluso los hay tan especiales que son para echarles de comer aparte.Pero, ¡Quién no sabe que todo el mundo es único! También los que no lo hacen saber, también los que son discretos, del motón, sosos o aburridos. Es decir, que no hace falta vestir como si de un disfraz se tratara, ni hacer viajes exóticos, ni tener una personalidad excéntrica, ni practicar aficiones de riesgo. Más o menos presumidos de la cualidad de ser diferentes, todos, sin excepción, somos únicos.


‘Ser único’ es una bondad más de las personas, un estado que muchos consideran de excelencia. Pero esto tiene su contrapartida y he aquí lo que pocos nos advierten: al ser todos diferentes, todos únicos, se genera algo de soledad. ¿Por qué?, porque no hay otro que me termine de comprender porque no hay otro idéntico a mí. Y esto no hay forma de remediarlo.

Sor único es una bondad más de las personasHay un falso remedio a esta soledad e incomprensión inherente al ser humano. Digamos que participar de gustos masivos; ropa, aficiones, música, cortes de pelo, es una forma de atenuar esa diferencia y caer en la falsa ilusión de ser casi iguales, muy parecidos, de forma que así nos sentimos comprendidos y no solos. En muchos casos, la gente se suma los gustos populares sin ser muy conscientes de ello, y lo que por un lado puede resultar un paliativo, también puede generar insatisfacción al quedar aplastada la singularidad.

Entiéndase ahora que la soledad es algo más que estar solos, es saberse únicos. Saberse único implica aprender a arreglárselas, saber que es cada uno el que tiene que hacer algo por sí mismo, y el que más va a hacer por uno. Reprimir o ignorar esta cualidad, es germen de la exigencia, la rabia, el mal humor, o el malestar del que muchos no alcanzan a explicar su origen. Ser conocedor de esta característica del ser humano, nos ayuda por un lado a mejorar las relaciones, porque hace que no le pidamos al otro, un amigo, un familiar, una pareja, un profesor, lo que no nos puede dar, ni comprensión total, ni soluciones a nuestra medida, ni la felicidad. Por otro lado nos ayuda a vivir  más satisfechos, más a gusto, con más confianza, porque nos vemos en la tesitura de conocer nuestras propias emociones, necesidades, cualidades. Nos hace ser promotores de nuestra vida y no pedigüeños de vida.

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