Es una actividad sencilla y divertida. Sin embargo, la equinoterapia tiene la capacidad de mejorar enfermedades de diversa índole. El tratamiento, que lleva varias décadas aplicándose en Mijas, recibe ahora un fuerte balón de oxígeno con el apoyo del Ayuntamiento mijeño a través del Patronato de Deportes
Lara tiene tres años y medio. Es una niña guapa y alegre. Sin embargo, un infarto cerebral antes de nacer le cambió la vida. La pequeña sufre malformaciones en manos, brazos y columna, no puede hablar y, hace apenas tres meses, no se mantenía erguida. Hoy, su postura corporal ha mejorado, puede sostenerse por sí misma y es mucho más feliz. No es un milagro. Lo ha logrado gracias al tesón de sus padres y a los efectos de la equinoterapia, una actividad que cada vez cuenta con más respeto en el ámbito sanitario en el tratamiento de patologías motoras y mentales, sobre todo, en niños.
La escuela cuenta con unos 80 alumnos de diversas edadesSi bien la terapia parece estar poniéndose ahora de moda, hay que decir que Mijas ha sido pionera en este sentido, pues empezó a desarrollar la actividad hace ya más de 10 años. Tras un periodo de concesión privada, el Ayuntamiento ha vuelto a recuperar el servicio a través del Patronato de Deportes, lo que supone una verdadera apuesta por una terapia que no cura, pero sí mejora la calidad de vida. “Pensamos que un servicio así tenía que ofrecer las mejores garantías y vimos que lo ideal era monitorizarlo desde el Ayuntamiento”, explica el responsable del Patronato, Antonio Rodríguez Leal, una opinión que comparte absolutamente la edil de Servicios Sociales, Carmen Márquez, que desde el primer momento se ha implicado con esta actividad: “Ver cómo mejoran estos niños, cómo sonríen es muy gratificante. Por eso, creemos que la actividad debe seguir con mucha seriedad y con las mejores instalaciones. Desde el Ayuntamiento, estamos haciendo un esfuerzo importante para instalar una carpa en el hipódromo que permita realizar las clases con independencia de las condiciones meteorológicas”.
Los monitores de la Escuela Municipal de Equinoterapia, Virginia Noya y Flavio Quarta, saben que el esfuerzo merece la pena. Las terapias ecuestres no solo hacen sentir mejor a la persona físicamente, sino que sirven para aumentar la autoestima y la confianza: “Tenemos usuarios con las facultades cognitivas perfectas. Sin embargo, se sienten frustados porque no pueden andar. Cuando se suben al caballo, esta limitación desaparece. Dejan de ser llevados, para convertirse en los responsables de las riendas”, afirma Flavio.
Una escuela para todos
La escuela cuenta con unos 80 alumnos de diversas edades (desde 14 meses a más de 40 años). Más de la mitad reciben una subvención de Servicios Sociales, que estudia los casos al inicio de temporada para otorgar ayudas a los más críticos.
Las clases, de carácter semanal y con una duración de 30 minutos, cuentan con el apoyo de los monitores, así como de los padres, que participan activamente en el transcurso de las mismas, como John Gracey, el padre de Lara, que, semana tras semana, observa cómo su hija mejora a lomos de Blanqui, un precioso caballo de raza española. John sabe que esto no curará a su hija, pero es feliz viendo cómo su pequeña supera barreras y cómo hace avances que ningún médico hubiera firmado.
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