Se cumplen 11 años del fatídico 18 de julio de 2001, cuando ardieron mil hectáreas de la Sierra de Mijas. Pronto estaremos a un año de aquel 11 de septiembre de 2011, cuando el fuego consumió otras 684 ha. y cuyas conclusiones aún desconocemos, no por falta de interés.
En 2012, año de sequía, hemos padecido varios conatos en monte bajo que han puesto a prueba nuestros recursos y la capacidad de respuesta de un pequeño entramado de estamentos. Pero nuestra sierra, si pudiese hablar, nos reclamaría que desde entonces (2001) hasta hoy, bien poco se ha hecho.
Tal vez esto justifica la decidida intención del Ayuntamiento de Mijas, regido por Ángel Nozal, de iniciar un plan de repoblación a partir de octubre de 2012, con 25.000 árboles autóctonos, para a continuación hacer lo propio con 30.000 ejemplares en 2013 y otros tantos en 2014.
En Andalucía existen un total de 1.415 montes públicos catalogados con un total de 1.262.853 ha, de los que 167 corresponden a la provincia de Málaga con 120.829 ha., somos la quinta provincia en Andalucía en superficie arbolada, pero la primera en densidad de habitantes en zonas próximas al bosque, como es el caso de la Costa del Sol en particular, y el litoral malagueño en general.
Dice la estadística, que desde la última década para acá, se producen cada año el mismo número de incendios, pero con bastante menos superficie quemada, lo que nos puede hablar de aspectos que han mejorado en la lucha contra el fuego, como pueden ser los recursos materiales y el número de personas implicadas en la tarea, entre profesionales y voluntarios.
Pero ojo al dato, basándonos en esa ecuación, no parece que haya disminuido el número de imprudencias cometidas en el monte por el ser humano. La retahíla es ya cantinela: barbacoas, colillas, máquinas de corte radial, vehículos a motor por carriles y cauces de ríos, cascos de botellas y, sobre todo, quema de rastrojos, por cierto, totalmente prohibidas en el término municipal de Mijas.
En capítulo aparte pondremos al pirómano, para el que no existe calificativo adecuado ni castigo suficiente, aunque recientemente se están conociendo algunas sentencias, con cuentagotas y enfriadas por la tardanza en hacerse efectivas.
No podemos perder esta batalla, si se quema el monte, se quema la vida y con ella puede que la nuestra también, como la de los que la dieron intentando apagar incendios estúpidos, causados por gente estúpida, que no tuvieron peor cosa que hacer.
Y fuego en la calle también. Las reformas dispuestas por el Gobierno a causa de la crisis producen un legítimo rechazo. Desde el sector minero del carbón hasta los desempleados y los funcionarios públicos, han hecho causa común. Hay que entender el drama de cada una de las personas que se echan a la calle, porque viven un incendio, de mayor o menor proporción, en el seno de todos y cada uno de sus hogares.
Todos los argumentos son válidos. La banca parece irse de rositas de la crisis, el fraude casi sigue siendo un deporte, las grandes fortunas apenas si salen afectadas, nuestro sistema Legislativo y Ejecutivo sigue siendo abultado y costoso… todo eso pasa por la mente de quienes salen a la calle implorando trabajo o que no se les reduzca el salario.
Pero todos, tenemos que tener cuidado con el fuego, es destructivo y una vez encendido es difícil de apagar.
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