Manuel Marín ha dedicado su vida a la hostelería, trabajando en los hoteles más lujosos. A sus 68 años, habla inglés, italiano y se defiende en francés.
Manuel hasta se emociona cuando recuerda su pasado; sufrió mucho para sacar a su familia adelante, pero fue valiente y hoy puede presumir de ello. A sus 68 años, Manuel Marín Alarcón disfruta de una jubilación digna junto a su esposa y sus cuatro hijos. Pero la vida de este mijeño no ha sido fácil, como la de tantos otros de su edad. Muy joven decidió emigrar a Inglaterra y dejarlo todo en busca de un futuro.
Manuel y Dolores disfrutan hoy en día de una jubilación tranquila. Tienen cuatro hijos y dos nietos a quienes adoranBlock of textHijo de un barbero, Manuel Marín, y una recobera, Antonia Alarcón, Manuel nació el 7 de febrero de 1944 en la céntrica calle Málaga de Mijas Pueblo. Tiempos difíciles los que se vivían entonces. Manuel, ‘el Marín’, como así se apoda, era el segundo de cuatro hermanos. “Mi padre siempre estuvo muy enfermo, trabajaba en la viña, tenía que ir andando desde el pueblo hasta donde hoy está el Euromarket para trabajar en el campo, y volver, claro. Iba con una taleguilla, con un poco de tocino y pan; y cuando volvía a Mijas abría su barbería, que se encontraba en el cuartel viejo. Yo era muy pequeño pero recuerdo que le cepillaba el pelo a los hombres y me daban alguna que otra perra chica”, relata.
“También iba con mi madre al campo de Mijas a cambiar arroz, chocolate, huevos o lo que fuera por telas”, añade. “Mi madre cogía también un taxi, que por entonces pasaba por Mijas una vez a la semana para ir a Málaga, a cambiar huevos por telas y así iba trapicheando. Mi madre fue la que nos crió, porque mi padre siempre estuvo delicado de salud, qué tiempos tan difíciles, en aquella postguerra tan dura”, rememora.
Con tan solo nueve años, Manuel empezó a trabajar. “Mi madre hacía tortas de aceite y empanadillas de batata, me las colocaba en unos cajones que me colgaba del cuello e iba por las tabernas del pueblo vendiendo. Incluso recuerdo que en el Cine España, que había entonces en la entrada al Compás, tenía que pagar dos pases porque entraba a vender”.
Pero Manuel incluso fue afortunado y pudo ir a la escuela, “bueno, cuando tenía tiempo”, reconoce; y todavía hoy guarda en su memoria muchas anécdotas de don Sebastián, don Cristóbal o don Juan Domínguez, algunos de sus maestros del colegio San Sebastián.
Un día de descanso al mes
Manuel se dio cuenta enseguida de que debía encontrar un trabajo mejor para llevar más dinero a casa. Con 12 años, empezó a trabajar, de noche, en el antiguo Casino de Fuengirola. “Dormía en una pensión en la calle Oviedo, donde había más chinches que huéspedes, y cada vez que podía subía al pueblo, andando, claro, a llevarle el sueldo de 200 pesetas mensuales a mi madre”.
Poco después, empezó a trabajar de botones en el entonces Hotel Florida, también de la localidad vecina. “Allí descansaba una vez al mes”, relata. Y de ahí, pasó al Hotel Espada de La Carihuela en Torremolinos, como aprendiz en el restaurante, y luego al antiguo Hotel Mare Nostrum, donde actualmente se encuentra el Hotel Beatriz. “Allí, me ascendieron a jefe de rango. Mi sueldo no llegaba a 3.000 pesetas al mes, pero poco a poco, muy joven, fui ascendiendo de categoría y haciéndome un hueco en el mundillo”.
12 años tenía Manuel cuando empezó a trabajar en el antiguo Casino de FuengirolaManuel hizo el servicio militar en Almería y Ronda y, al finalizar, con 21 años, decidió marcharse a Londres. “Yo presentía que podía ganar más dinero y sabía que para triunfar en la hostelería tenía que aprender idiomas, así que lo dejé todo, mi familia, mi novia, mi vida... y me fui solo a Inglaterra”. “Fue duro”, dice. Además, “cuando me despedí de mi padre en el aeropuerto, él le dijo a mi madre que probablemente sería la última vez que me viera, y así fue; falleció al poco a tiempo, en mi ausencia”, cuenta emocionado.
En busca de un futuro
“El entonces alcalde de Mijas, Miguel González Berral, me dio un préstamo de 5.000 pesetas para comprarme el billete de avión para ir a Inglaterra”. “Me coloqué a trabajar en el Victoria hospital, de guardia en un sótano. No sabía muy bien lo que tenía que hacer, había muchas cámaras refrigeradoras y allí entraban y salían los médicos, yo no hablaba con nadie, claro, porque no sabía inglés; hasta que supe que era donde guardaban a los fallecidos sin identificar y sin familia”. Manuel se marchó de allí en cuanto pudo; poco después, logró encontrar trabajo en un restaurante de manager.
Con el paso del tiempo, aprendió inglés y fue ascendiendo en su carrera como hostelero. Trabajó en algunos de los restaurantes más lujosos de Inglaterra que frecuentaban famosos de la talla de la actriz Olivia Newton John, el actor Zach Stell, el pianista Gilbert O’sullivan, “que empezó tocando en nuestro local”, apunta, el grupo Paper Lace, además de un sinfín de políticos y personalidades destacadas de la sociedad británica. Hasta 17 años residieron Manuel y su esposa, Dolores Montero, en Derby, Inglaterra. Allí, tuvieron a su primera hija, vivieron felices en su país de adopción, “pero siempre echamos de menos nuestras raíces”, reconoce el matrimonio. “Añoras todo, la familia, por supuesto, pero también a los amigos y las tradiciones de tu pueblo”, especifica Manuel, quien se refiere sobre todo a la festividad de la Virgen de la Peña, de la que el matrimonio se confiesa muy devoto. De hecho, “no faltamos nunca a la procesión del 8 de septiembre y hasta nos casamos en la ermita de la Virgen de la Peña, el 25 de junio de 1972, ahora a punto de cumplir 40 años de matrimonio”, apunta su esposa.
Un mijeño en Inglaterra
Manuel asegura que siempre presumió de ser mijeño allá a donde iba. “Siempre tenía mi pueblo en la boca, por supuesto. Si alguien decía conocer la Costa del Sol pero no el pueblo de Mijas, yo siempre les decía que entonces no habían estado en el rincón más bonito de la costa”, expresa orgulloso Manuel.
De vuelta a casa
En cuanto a su regreso a Mijas, Manuel explica que la decisión no fue fácil, “pero la familia tiraba demasiado”, apunta. Así que de vuelta a la Costa del Sol, el mijeño continuó con su profesión de hostelero. Empezó como primer metre en el hotel Stella Maris, luego pasó al hotel Ángela, se trasladó tiempo después, durante dos años, al hotel Lord Nelson de Menorca. También estuvo en el complejo hotelero Indalo en Mojácar, Almería; en el Hotel Las Pirámides de Fuengirola, en el restaurante Valparaíso de Mijas y en el complejo turístico Club La Costa, donde finalmente se jubiló hace ahora tres años, entre otros sitios que recuerda de su larga trayectoria por el mundo de la hostelería.
Su hermano, Hijo Predilecto
Residió durante 17 años en Inglaterra, donde nació su primera hija. Regresó a Mijas “porque la familia tiraba mucho”Manuel Marín presume además de ser hermano de un Hijo Predilecto de Mijas, desde 1988, Joaquín Marín, con quien ha pasado grandes momentos. “Mi hermano siempre fue muy listo, él sí estudió una carrera y ha tenido siempre una vida profesional muy destacada”, cuenta Manuel. Le preguntamos por la suerte que tuvo su hermano de poder estudiar, aun siendo el mayor de los cuatro. “A mí me dieron la oportunidad de coger una beca y marcharme a un seminario a Málaga a estudiar, pero yo ya había empezado a trabajar en la hostelería y le cedí la ayuda a Joaquín”, narra Manuel. Y así fue, Joaquín Marín logró sacarse la carrera de periodista y ahora cuenta a sus espaldas con una dilatada carrera profesional, siendo director de medios como Diario Sur o Canal Sur, y en su última etapa, de La Opinión de Málaga. Actualmente, disfruta de una merecida jubilación.
Una vida tranquila
Ahora, Manuel y Dolores llevan una vida tranquila. Viajan cuando pueden y asisten a las clases de gimnasia para la Tercera Edad de la Ciudad Deportiva de Las Lagunas. Tienen dos nietos, a los que quieren con locura, y mucho tiempo para el descanso. “Subo a Mijas de cuando en cuando, pero la verdad es que echo de menos muchas tradiciones de antaño”, reconoce Manuel. Dice haber vivido una vida “muy normal”, pero lo cierto es que guarda anécdotas en su memoria como para escribir un libro. Habla inglés perfectamente e italiano, “y me defiendo en francés”, algo no muy habitual para las personas de su edad. Guarda ‘como oro en paño’ cientos de fotografías de su vida y se emociona cuando recuerda algunas de ellas, sobre todo, las de su niñez en Mijas, de la escuela, de cuando trabajaba en el bar Porras, de sus amigos o de cuando jugaba en la calle como cualquier niño de la época. “Los tiempos han cambiado mucho”, dice.
Y así, en pocas palabras, se resume la vida de un mijeño que un día lo dejó todo para marcharse a un país extraño, con las manos vacías, pero con la ilusión de un chiquillo que tenía claro que su misión en la vida era ser alguien para sacar a su familia adelante.
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