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Viernes 22/11/2024

Ginkgo Biloba de los jardines de La Muralla.

El ejemplar de Ginkgo Biloba ubicado en la residencia privada es más longevo que el de los jardines de La Muralla.

Reportajes

Goethe en Mijas

  • El profesor hace una reflexión histórico simbólica de la sacralidad del árbol en algunas culturas

El escritor y catedrático Eduardo Martínez recuerda al literato alemán al contemplar el ejemplar de Ginkgo Biloba situado en los jardines de La Muralla de Mijas

Paseando por el panorámico parque botánico de nuestra amada Mijas inhalamos el lírico suspiro del gran genio alemán Johann Wolfgang von Goethe enraizado en ese hermoso balcón, desde el que puede contemplar frondoso a finales de primavera y estío o desnudo en otoño e invierno, el Mare Nostrum a sus pies. Nos encontramos ante el Ginkgo Biloba, el árbol sagrado de China y del Japón, el árbol número 50 del delicioso jardín botánico nos trae a la memoria el poema de Goethe. Nos sentamos frente al Ginkgo Biloba y recordamos que el “árbol sagrado de la vida” inspiró al padre y máximo representante del movimiento ‘Sturm und Drang’ (Tormenta e ímpetu) que surgió entre 1770 y 1785 como reacción contra el conocimiento científico y racionalista de la Ilustración y se constituyó en precursor del romanticismo alemán que busca su inspiración en el sentimiento en vez de la razón.

Volviendo a nuestra contemplación del árbol de Goethe recogemos una hoja desprendida y mi Musa Margrethe “laureata” en germanística (utilizo el término italiano de licenciada más descriptivo porque al concluir la licenciatura universitaria en Italia te imponen una corona de laurel, tradición que se remonta a Grecia y Roma como símbolo de la victoria, corona triunfal).

Antes de leer y recitar el poema de Goethe hacemos una breve reflexión histórico simbólica de la sacralidad del árbol en algunas culturas de nuestra Europa, aunque el Ginkgo Biloba sea el árbol sagrado de China y Japón.

En la mitología griega las Dríades, Hamadríades y Adríades eran las ninfas que habitaban en los árboles. En el caso de las dos primeras su vida estaba unida al árbol en que vivían y si se cortaba morían. Por ello las Dríades y los dioses castigan a los mortales que dañan los bosques.

En el Banquete de los eruditos o Banquete de los sabios del escritor helenístico Ateneo de Náucratis, se mencionan ocho hamadríades: Karya del Castaño, Balanos de la Encina, Kraneia del Cerezo, Morea de la Morera, Aigeiros del Chopo, Pelea del Olmo, Ampelos de la Vid  y Syke de la Higuera, hijas de Óxilo y Hamadría.

El árbol es uno de los símbolos de la vida en la cultura y la civilización de los pueblos. Ya en la Biblia, Génesis (2-9), encontramos el árbol del bien y del mal y el árbol de la vida, en el huerto del Edén. También en Deuteronomio (8-8) se mencionan algunos árboles como bendición de Jehová y asimismo en el Cantar de los Cantares.

El pueblo celta sentía verdadera veneración y respeto por los árboles. El nombre de sus sacerdotes, druidas y sacerdotisas druidesas significaban “hombre que aprende del roble” y “la que cuida de la sabiduría del roble”, respectivamente. Sus árboles sagrados, simbólicos y míticos eran el Abedul, el Roble, el Olmo, el arce, el Cerezo, el Haya y el Fresno. Los celtas creían que los árboles pueden vivir sin los hombres, pero los hombres no pueden vivir sin los árboles.

Los textos mitológicos de las Eddas nórdicas, describen el Yggdrasil, Fresno de la Vida. Sus ramas se extienden a lo largo y ancho de todos los mundos, llegando más allá de los cielos, y sus tres raíces se alargan dilatadamente. Una llega hasta la morada de los Ases, otra donde habitan los gigantes del hielo, donde mana la fuente de Mímir, fuente de la sabiduría y del conocimiento. La tercera raíz del Yggdrasil está en los cielos y bajo ella brota una fuente sagrada llamada fuente de Urd, donde se reúne todos los días el tribunal de los dioses del Asgard.

El árbol no es solamente símbolo de la vida, también es icono de las diferentes generaciones familiares, dinastías de la monarquía, de las familias nobiliarias y de las propias familias ciudadanas que ostentan el apellido. Un ejemplo de árbol genealógico es el Árbol de Jesé, padre del Rey David, ligado a la genealogía de Jesús y tan prodigiosamente esculpido en artísticas obras de hierro, madera, marfil o coloridas vidrieras que filtran la luz del día en templos, colegiatas, abadías o catedrales, Notre Dame de Paría, Colegiata de Romont, rosetón de la Catedral de Cuenca, o de la vidriera central, una de las más emblemáticas de la Pulchra Leonina  de 25 metros cuadrados, que filtra la luz en un cromático bifrost, arco iris, de belleza indescriptible.

El ejemplar de Ginkgo Biloba ubicado en la residencia privada es más longevo que el de los jardines de La Muralla.

La cultura de la palabra, su significado, sinónimos, antónimos, etc., etc. tantas veces nos invade, nos distrae y rebasa los límites puntuales del tema tratado.

Un símbolo tan importante en la cultura como es el árbol nos invita al estudio, al menos de su sombra proyectada en el inmenso acervo cultural de nuestra Europa.

Sin duda el gran erudito germano Goethe, dramaturgo, poeta, novelista, jurista, naturalista, botánico, físico, geólogo, profundo conocedor  y admirador de la cultura con letra mayúscula, conocía todo lo que en su tiempo se podía saber sobre el impresionante Ginkgo Biloba. Es un árbol único en el mundo, no tiene parientes vivos, ni hermanos ni primos. Darwin lo llamó “fósil viviente” y se estima que existe hace más de 250 millones de años. Dotado de gran fortaleza y resistencia, hay ejemplares que rondan los 2.500 años. Muy apreciado por los monjes budistas, quienes conocen sus propiedades curativas. Lo consideran especialmente conveniente contra la senilidad y la demencia y lo utilizan en infusiones para memorizar los larguísimos sufras o suttas, los discursos de Buda, relativos a las diferentes vías del conocimiento para alcanzar la iluminación o realización espiritual del ser.

Obviamente Johann Wolfgang von Goethe, en palabras de George  Eliot “el más grande hombre de letras alemán (…) y el último verdadero hombre universal que caminó sobre la tierra”, en su profunda admiración por Oriente, que había despertado la lírica del gran poeta persa Hafiz Shirazy, estaba  escribiendo su ‘Diván de Oriente y Occidente’ bajo la influencia de la cultura oriental de moda en Europa llamada  “Renacimiento Oriental”, decía Schlegel “es en el Oriente donde debemos buscar el verdadero romanticismo”.

Volvamos al Ginkgo Biloba y al poema de Amor de sus hojas en la inspiración de Goethe y la transportemos a la contemplación del Nogal del Japón, árbol de la sabiduría, de la esperanza, de los templos, de la longevidad, que tenemos la suerte de admirar en el parque La Muralla o jardín botánico  de nuestra Villa, donde se alza el árbol sagrado en cuyas ramas crecen las hojas que Goethe inmortalizó.

Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) conoció en 1814 a Marianne von Willemer (1784-1860). Era una bellísima mujer casada con un banquero 24 años mayor que ella. Parece ser que surgió el amor entre ellos durante el verano de 1815. Goethe envió a Marianne una hoja de Ginkgo Biloba. Estas hojas poseen un largo peciolo y una lámina en forma de abanico, divididas en dos, simbolizando el uno y el doble, es decir una relación de igual a igual. Para Goethe la imagen del hombre era la del árbol y la mujer como hiedra que se enrosca creciendo a su alrededor hasta poder asfixiarlo. Con anterioridad Goethe nunca había encontrado una mujer que estuviese a su nivel estético o cultural. Asoció a Marianne al símbolo de la dualidad del mundo, lo visible y lo oculto, el cielo y la tierra, el género femenino y masculino, la Luna y el Sol; todos estos principios  representados en las hojas del fósil viviente. Mágica y mítica imagen de la especie superior viva más antigua del mundo.

Los límites espaciales de nuestro artículo no nos permiten relatar toda la historia de amor resumida en el poema, que traducido al español reza:

 

Las hojas de este árbol, que del Oriente

a mi jardín han venido, lo adorna ahora,

un arcano sentido tienen, que al sabio

de reflexión le brindan materia obvia.

 

   ¿Será este árbol extraño algún ser vivo

que un día en dos mitades se dividiera? ¿O

dos seres que tanto se comprendieron,

que fundirse en un solo ser decidieran?

 

   La clave de este enigma tan inquietante

Yo dentro de mí mismo creo haberla hallado:

¿no adivinas tú mismo, por mis canciones

que soy sencillo y doble como este árbol?

 

Hay en Mijas otro Ginkgo Biloba en la residencia de Andrea y Bernd K., profundos amantes de Mijas y del árbol sagrado oriental. Ellos me han facilitado una bellísima fotografía de un grabado que esperamos ver en artística cerámica en la lengua de Goethe a los pies del Ginkgo Biloba del Amor en nuestra Villa.

¡Bienvenido a Mijas Padre del Romanticismo alemán y europeo! ¡Larga vida para el Ginkgo de Mijas, porque el original del poema en el jardín del castillo de Heidelberg ya no existe más!