Dicen que “la que la sigue la consigue”, permítanme que cite este refrán en femenino porque nuestra segunda protagonista es quien dio a luz a la legionaria mijeña y lo de la perseverancia, en su caso, debe ser un asunto de genes. El testimonio de Antonia Vera, que actualmente trabaja como jardinera y viverista municipal, es un magnífico ejemplo de superación. Opina que “hay que intentar perseguir los sueños porque, a veces, se consiguen”, como le ocurrió a ella.

Una infancia nada fácil

Antonia se crió en el campo, en Álora, y en su casa no había agua ni luz. Era la tercera de siete hermanos y las circunstancias hicieron que dejara el colegio con 12 años para ayudar en las tareas del hogar y cuidar de sus hermanos menores, mientras su madre trabajaba, pues su padre estaba enfermo. A los 16 años se casó y se vino a vivir a Las Lagunas, donde tuvo dos hijas, la primera a los 17 y la segunda a los 20.

En busca de un futuro mejor

Con 40 años y después de trabajar toda la vida como limpiadora por horas, Antonia decidió cambiar de profesión. Quería un empleo en el que verse más realizada y por el que pudiera cotizar.

Al tomar esta decisión, renunció a trabajar en casas en las que llevaba incluso 15 años limpiando y comenzó a solicitar cursos de jardinería porque, como confiesa, “siempre me ha gustado”.

“Al principio, no me llamaban de ningún lado porque no tenía el graduado”, recuerda Antonia, y fue, en 2005, cuando se dispuso a sacarse estos estudios y, ese mismo año, la llamaron también para formar parte de un taller de empleo de jardinería para mayores de 25 años.

“Me saqué las dos cosas a la vez y, además, con buena nota”, apunta la viverista y eso, a pesar de las dificultades, pues como subraya, “cuando me puse a sacarme el graduado hacía 30 años que no cogía libros”, unos estudios que tenía que compaginar con el taller de empleo que realizó precisamente en el lugar que ahora (desde el mes de septiembre) le han asignado para trabajar: el vivero municipal de La Cala. “Salía del curso a las tres de la tarde y a las cuatro tenía que estar en el instituto hasta las 20:30 horas”, comenta.

Estuvo un año aprendiendo el oficio, junto a otros nueve compañeros, en el taller de jardinería, donde “había pocas mujeres”. Terminó en 2006 y ya en marzo de 2007 entró a trabajar en la plantilla de Parques y Jardines para hacer sustituciones.

“Del curso he sido la única que ha entrado aquí” porque obtuvo la mejor nota. Sabe de buena tinta que “no es verdad que solo entren enchufados” pues “yo no conocía a nadie”, asegura.

Su nueva vida

Para Antonia trabajar en lo que le gusta es “la mejor lotería”. Se considera “una privilegiada” y está “encantada por haber dado el paso”, ya que se siente “respetada por los compañeros, que me aceptan como una más”.

Por eso, agradece a todas las personas que le han apoyado en este empeño, sin olvidarse de Maite, la orientadora, “ella me abrió los ojos y me dio el empujón” o Carmen, su monitora en el taller de empleo, que “me enseñó todo lo que sé de jardinería”.

Cuatro mujeres forman hoy parte de la plantilla municipal de Parques y Jardines. Antonia siempre está dispuesta a arrimar el hombro en podas, desbroce de caminos, parcelas...

“A lo que le tengo más respeto es a la motosierra” pero siempre hay soluciones para superar dificultades y, en su caso, si está sola utiliza “una de pértiga que está más lejos del cuerpo”. Antes de ser destinada al vivero, Antonia estuvo más de dos años cuidando un jardín en Las Lagunas (en la zona del colegio El Albero) donde “estaba sola para cortar césped, podar, cortar filos, para lo que hiciera falta”. Ahora su función es producir plantas, que le gusta mucho porque, asegura, después te satisface “ver tus plantas por ahí en los distintos jardines”.

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