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Lunes 06/05/2024

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Un mijeño en la orla de una carrera en la que solo se han graduado tres alumnos

Se trata de Rafael Hormigo, que ha estudiado Ingeniería de Computadores de la Universidad de Málaga, un grado que muy pocos culminan dada su gran dificultad

Beatriz Martín. Entró en la carrera con 18 años y la terminó con 22, a curso por año, toda una hazaña en el grado universitario que más bajas tiene. Y si no, vean la orla de la promoción 2015-2019… Solo tres alumnos han culminado estos estudios. Él, Agustín Téllez y Verónica Vigaray. De hecho, la carrera ha contado con más profesores que pupilos, quince docentes frente a tres estudiantes, por lo que el recuerdo fotográfico parece un montaje.

Cada año se matriculan 60 personas en este grado, pero la complejidad de sus materias hace que muchos abandonen “a las primeras de cambio”, manifiesta Rafael, “porque se les atraviesa, sobre todo asignaturas de cálculo”. Otros, apunta Hormigo, “dejan la carrera para pasarse a otra aprobando solo algunas asignaturas necesarias”. Y es que el grado requiere mucho esfuerzo. “Los meses de exámenes yo me levantaba a las siete de la mañana y me daban las diez de la noche estudiando. Mi madre hasta se peleaba conmigo para obligarme a comer, pero yo hasta que no terminara mis dos o tres temas de cálculo no bajaba y, a veces, esos temas eran cinco”.

Rafael lleva toda su vida montando y desmontando ordenadores. Por eso, y aconsejado por su hermana, decidió hacer esta carrera, el grado de Ingeniería de Computadores en la Universidad de Málaga, dirigido al diseño y el control de grandes instalaciones informáticas, así como sus partes. “Mi hermana se ponía a jugar al ordenador y yo se lo quitaba y le desmontaba las piezas, así que cuando pensé en qué carrera estudiar, mi hermana me dijo no hagas Fisioterapia, que era otra carrera que me gustaba porque siempre me he interesado por la anatomía y dar masajes, haz algo tecnológico, y le hice caso”.

Hormigo asegura que le ha gustado estudiar este grado, aunque la responsabilidad también ha tenido su peso. “Yo no he vivido unas circunstancias económicas fáciles, yo no me podía permitir suspender más de tres asignaturas, por eso me he esforzado tanto”, confiesa el joven.

 

El esfuerzo tiene su recompensa
Tanto esfuerzo tiene su recompensa, porque nada más terminar la carrera, Rafael recibió muchas ofertas de empleo. “No había terminado mi periodo de prácticas y recibía dos o tres ofertas de trabajo a la semana. Al final, tenía más de ocho y cogí la de Freepik Company SL, que es donde estoy trabajando desde hace tres semanas”.

Se trata, según Rafael, de una empresa similar a Google, “moderna, no solo por la tecnología que emplea, sino por su metodología”, que cuenta con 160 trabajadores y que no para de crecer. “El año pasado eran 80 empleados, y hoy, el doble”, subraya.

Este lagunero estudió Primaria en el colegio San Francisco de Asís y Secundaria en el IES Sierra de Mijas. Se califica como trabajador y muy cabezón. También, alegre y feliz, pero no solo ahora, dice que siempre, cosa que, manifiesta, ha aprendido de su madre, florista, y su padre, jardinero. “Mi madre trabaja de cara al público, siempre está con una sonrisa, y tanto ella como mi padre me han enseñado que hay que esforzarse por las cosas. Ellos se esforzaron por mí, porque cuando yo empecé a estudiar y necesité quedarme en un piso en Málaga, ellos se esforzaron y aquí estoy, así que a mi madre, a mi padre y a mi hermana se lo debo todo”.

Él también se seguirá esforzando porque quiere llegar a ser arquitecto de computadores en la misma empresa, dice, o en otra con la misma filosofía, y hacer un doctorado para impartir alguna asignatura en la Universidad. ¡Mucha suerte... y esfuerzo!

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