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Viernes 22/11/2024

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Por la boca muere el pez

A veces, nos olvidamos o confundimos algunos nombres; otras veces, nos equivocamos al leer

A veces, nos olvidamos o confundimos algunos nombres; otras veces, nos equivocamos al leer; también olvidamos citas o nos equivocamos al apuntarlas; unimos dos palabras distintas o en lugar de la palabra justa pronunciamos otra más inapropiada.

¿Por qué habría que darle importancia a algo que, en principio, muchos consideran que es algo poco relevante? Cuando Freud comenzó a estudiar estos fenómenos –actos fallidos- se preguntó si valía la pena ocuparse de detalles tan nimios de la vida, cuando claramente había, y hay, enfermedades mentales que producen mucho sufrimiento y justificarían más, si cabe, la atención del experto.

A Freud le interesaba estudiar mecanismos, que como los sueños, afectan tanto a personas sanas como enfermas, y de cualquier edad, porque dan información de la persona que los comete. El psicoanálisis no solo se ocupa entonces de lo patológico, sino que habla también del funcionamiento de la mente.

Lejos de ser un motivo de preocupación o el germen de una grave enfermedad, estos actos fallidos son la revelación de una verdad, ¿qué verdad? La de un deseo que no ha logrado expresarse por otro camino.

Así que los actos fallidos no son fruto de ninguna casualidad, sino que existe una implicación del sujeto. Lo que sucede es que solo aceptamos este principio cuando el sentido se revela de manera clara; si no es así, solemos decir que se trata de una tontería, fruto del cansancio, del estrés, del dolor de cabeza o de algún otro malestar físico –mala excusa esta porque ni a todo el mundo que le pasa eso comete actos fallidos, ni la misma persona los comete siempre bajo la misma situación-.

Entonces no hay que preocuparse por cometer un acto fallido, cabría incluso alegrarse, porque nos dan información de nuestros deseos. Por eso, por la boca no muere el pez, sino que por la boca se desvelan intenciones que de otra forma podían permanecer ocultas. Nada de pez muerto, sino sujeto delatado. No se trata ahora de permanecer con la boca cerrada, se trata de hablar y entender que cometer un acto fallido es normal.

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