Molusco gasterópodo pulmonado, de vida terrestre que puede llegar a los 8 cm de largo, con un cuerpo musculoso y dos pares de tentáculos retráctiles, uno de ellos provisto de ojos y el otro con funciones táctiles. Desarrolla una concha globulosa y enrollada en espiral que crece progresivamente hasta alcanzar los 45 mm.
Esta cubierta calcárea de color marrón moteado cobija al animal y le protege de la sequedad u otros factores adversos cuando este se retrae completamente en ella, pudiendo cerrarse con un opérculo en forma de tapón de moco seco llamado epifragma, especialmente durante periodos de sequía.
Se desplaza por medio de contracciones y elongaciones del cuerpo, con movimientos lentos a pesar de ser uno de los caracoles más rápidos. La mucosidad que les recubre le ayuda a su regulación térmica, reduce el riesgo ante las heridas e infecciones por bacterias y hongos y le protege del ataque de insectos potencialmente predadores como las hormigas. También sirve para reducir la fricción permitiéndoles desplazarse mejor a la vez que su untuosidad le ayuda a subir por pendientes elevadas o verticales.
Es de hábitos crepusculares y nocturnos, pero en lugares húmedos, en penumbra o en días de lluvia también será activo durante el día. Como la mayoría de las babosas y caracoles, son hermafroditas, por lo que poseen órganos masculinos y femeninos. Tras la cópula, que suele ser nocturna y dura de 4 a 7 horas, cualquier individuo puede realizar la puesta de unos 100 huevos esféricos y blanquecinos, de unos 3 mm de diámetro que depositan bajo tierra y que eclosionarán en unos 12 días.
Es originario de Europa, pero vive en muchas otras zonas. Tanto aquí como en las regiones en las que se ha introducido accidentalmente, puede convertirse en una plaga de los cultivos y llegar a provocar graves pérdidas económicas por su carácter invasor.
El uso excesivo de plaguicidas para su control tiene efectos perjudiciales sobre el medio ambiente y sobre la salud humana, por la contaminación de aguas y suelos así como la presencia de trazas en vegetales de consumo humano.
Su interés gastronómico hace que se recolecte o bien se críe en granjas especiales, conociéndose esta práctica como helicicultura.
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