Pequeño helecho que no sobrepasa los 15 cm, muy fácil de reconocer por sus frondes profundamente lobulados, con 10 ó 15 pares de lóbulos redondeados y dispuestos de manera alterna a ambos lados del raquis, marcando un trazado algo zigzagueante. La cara superior muestra un color verde algo azulado o en ocasiones amarillento. En cambio, la cara inferior es dorada (de ahí su nombre) y es debido a que los esporangios, o cuerpos reproductores, se agrupan en pequeños montoncitos llamados soros, que se asemejan a escamas y que reflejan la luz, protegiendo a las esporas del calor.
En tiempo seco, la doradilla se enrolla mostrando su revés de escamas y adquiere un aspecto reseco y quebradizo, como si la planta hubiese muerto, pero tan sólo está en fase latente, como dormida, esperando la llegada de las lluvias para absorber agua y recuperar de nuevo su turgencia, para desenrollar nuevamente los frondes y recuperar su habitual color verde.
Así pues, el estado de la doradilla es un excelente indicador de la situación hídrica del ecosistema. Es muy común en las grietas de las rocas calcáreas o en los muros de piedras, aunque no sean especialmente sombríos ni húmedos, dadas las adaptaciones que acabamos de explicar.
Se distribuye por toda Europa, Asia y la Región Mediterránea.
Esta planta astringente fue descrita por Dioscórides y se ha utilizado medicinalmente desde antiguo para combatir la tos o la bronquitis, y especialmente como diurético, tomada en infusión o decocción, para combatir las piedras del riñón y la vesícula, o como tónico general para curar la fatiga o durante alguna convalecencia. Hoy día se le sigue conociendo popularmente como té de roca e incluso Té de Málaga.
Ceterach procede del árabe y significa ‘pared húmeda’ y officinarum del latín ‘oficina’, que significa ‘laboratorio’ y hace referencia a sus propiedades medicinales.
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