¿Frescos? No, lo siguiente. La familia Hevilla son unos productores ecológicos que, desde Coín y gracias a una red de distribución tan artesana como sus propias verduras, consiguen poner en nuestra mesa los sabores de toda la vida
En plena era tecnológica, es curioso cómo valoramos cada vez más lo que tiene un toque manual, artesano e imperfecto. Lo industrial y lo producido en masa tiende a aburrirnos y volvemos a echar la vista atrás, cuando la generación de nuestros padres y abuelos se rompían las manos para que pudiéramos disfrutar del sabor que tienen las cosas de verdad.
Así, poco a poco, la familia Hevilla, que empezó con la agricultura ecológica cuando aún no existía ni dicha certificación, ha ido desarrollando un modelo de negocio que pretende poner en nuestra mesa productos de una calidad excelente y, gracias a su trato directo con el cliente, sin el sobrecoste que suele conllevar la etiqueta ‘ecológica’.
El contacto directo
La riqueza cultural de contar con residentes extranjeros en nuestra tierra también ha tenido su impronta en la agricultura. Precisamente fueron los ‘guiris’ los que, acostumbrados a estos formatos en sus países de origen, comenzaron a demandarlos una vez se iban instalando en Andalucía. Los Hevilla, desde muy pronto, estuvieron atentos a esta tendencia, por lo que empezaron a vender sus productos ecológicos directamente a los consumidores.
Después, poco a poco, surgieron iniciativas como la asociación de productores Guadalhorce Ecológico que, con su famoso mercadillo itinerante, les han ido poniendo en contacto con sus clientes finales, algunos de los cuales ya han pasado a formar parte de los grupos de consumo. Y es que, como nos cuenta el propio Cristóbal Hevilla, “la gente nos decía que ya no querían volver a tomar verduras que no fueran ecológicas, así que fuimos probando fórmulas para hacerles llegar su cesta de la compra”. Por otra parte, el contacto con otros productores locales ha favorecido que la cesta de la compra se haya ido ampliando paulatinamente: huevos, pan artesano, miel, aceite, leche, queso y casi cualquier tipo de producto de la zona certificados. “Poco a poco hemos hecho crecer la cesta de la compra de manera que una familia pueda contar de manera sencilla con una serie de alimentos básicos”.
La hostelera inquieta
Gloria Marín ha supuesto un gran empuje para todo el sistema de distribución. Se unió al proyecto por afinidad personal con los Hevilla, ya que estos les distribuían sus productos al restaurante que tuvo en Las Lagunas. Tras haber trabajado con las verduras ecológicas “nos acostumbramos a estos sabores, que no tienen comparación con nada de lo que hay en el mercado”, nos cuenta, así que, cuando tuvieron que cerrar el local, siguió comprándoles la cesta de su casa.
Poco a poco se fueron uniendo familiares y amigos, y amigos de amigos, hasta que vio la posibilidad de colaborar en las labores de distribución, organizando grupos de consumo y hasta una docena de puntos de recogida en diferentes municipios de la provincia. “Planteamos una manera de disponer verdura ecológica sin tener que depender de acercarnos a los mercadillos ecológicos itinerantes”.
Así, Gloria se encarga de organizar los grupos de WhatsApp y de comunicar en redes sociales. Casi a diario visita la huerta, donde hace fotos de los diferentes productos plantados, con lo que se crea entre los consumidores finales un sentimiento de pertenencia al proyecto. “En los grupos de WhatsApp se ha generado una convivencia, por la que los usuarios hacen preguntas sobre diferentes productos, se comparten recetas, etc”. En fin, algo muy de hoy en día basado en algo muy, pero que muy de toda la vida.
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